Flechas amarillas
Es facil sentarse y esperar que nos digan qué hacer.
También es fácil seguir un camino marcado por flechas amarillas.
Me sorprendió profundamente la ingente cantidad de gente que hacía el camino de Santiago en un momento de cambio en su vida, en momentos de incertidumbre. vital Cientos de historias contadas en veladas serenas tras un agotador día, y todas ellas con un denominador común: la sensación de "paz" que todos aquellos que se encontraban en momento de cambio o de incertidumbre sentían.
Es sencillo.
Te levantas con el sol, preparas la mochila, comes algo, y caminas siguiendo flechas amarillas. No tiene pérdida. Tus únicas preocupaciones son dónde dormir, dónde y qué comer y no sufrir los estragos de las ampollas o las lesiones articulares por un apoyo deficiente.
Pero el Camino se acaba, y en la vida real no hay flechas amarillas. No se nos dice cuál es el camino correcto. Las preocupaciones van más allá de la comida o el lugar para pernoctar.
Supongo que es la gracia del libre albedrío. Es bueno que no haya un único camino a seguir como correcto. Es bueno tener preocupaciones que van más allá de lo básico. Hay que ser feliz con lo que uno tiene y asumir las decisiones propias sabiendo que no son mejores ni peores que las otras opciones posibles.
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